Primera y exitosa expedición de la Ruta de la Luz a Sri Lanka

/COMUNICAE/

La Fundación Cione Ruta de la Luz y la Fundación Gomaespuma, han colaborado en este proyecto, contando además con la contraparte local House of Mercy Foundation, y han revisado a 1.555 personas, prescribiendo 1.233 gafas, además de entregar otras 200 pre-montadas y 200 gafas de sol in situ. Esta colaboración tendrá nuevos capítulos en 2024

Dos voluntarios de la  Fundación Cione Ruta de la Luz, Pedro Duc, óptico navarro, y Borja Castrillón, óptico canario, han llevado a cabo una nueva misión óptica -la primera que se lleva a cabo en la isla de Sri Lanka- en colaboración con la Fundación Gomaespuma -que llegó allí a raíz del tsunami de 2004- y con la contraparte local House of Mercy Foundation.

Sri Lanka, oficialmente conocida como la República Democrática Socialista de Sri Lanka, es un país insular ubicado en el sur de Asia, en el océano Índico. Está separado del subcontinente indio por el golfo de Mannar y el estrecho de Palk. Sri Lanka es conocida por su rica herencia cultural, diversos paisajes y una historia que abarca miles de años. La mayoría de la población practica el budismo, con significativas comunidades minoritarias hindúes, musulmanas y cristianas.

La economía de Sri Lanka es diversa, con sectores de agricultura, industria y servicios. El país es conocido por su producción de té y es un importante exportador de este producto. El turismo también ha desempeñado un papel significativo en la economía. También es un país con conflictos étnicos.

En esta ocasión, los ópticos han llevado a cabo una misión itinerante en los pueblos y barrios de Chilaw, Mampuriya, Palakudawa, Kalpitiya, Chilaw St Mary College, Kaladawagedara Church, Amanduwa y Miidland. La impresión de Borja Castrillón es que, «en general, la gente allí es más espiritual; tienen una energía diferente, pero maravillosa y siempre tienen una sonrisa para darte, por mucha pobreza que haya. Además, lo poco que tienen, lo comparten». «La población es muy amable y tranquila, pero hay una tensión entre etnias latente», añade Duc. En todo caso, la expedición era más que necesaria. «Había comunidades que no tenían siquiera la posibilidad de desplazarse unos kilómetros», cuenta Duc, por lo que la itinerancia de los ópticos ha ayudado mucho a la salud visual del lugar.

La situación socioeconómica de los beneficiarios era precaria. La mayoría de la población vive en condiciones de pobreza. Adultos y niños trabajan para poder comer cada día. Los niños revisados, a los que en cada misión se les presta una atención especial, pertenecían a la comunidad escolar de los lugares visitados. «Pudimos convivir con niños de colegios religiosos católicos, hinduistas y musulmanes, que no tienen la capacidad de elegir sobre sus creencias o su futuro», explica Borja.

En Sri Lanka hay ópticas, pero no todo el mundo tiene acceso a ellas. Además, la falta de equipos hace que gradúen «por aproximación», dice el óptico canario, lo que tiene como consecuencia el uso de gafas poco apropiadas para resolver realmente los problemas visuales. «Hay una brecha social importante, entre quienes se pueden permitir ciertos lujos, y quienes viven en la pobreza absoluta», añade Duc.

En algo más de 15 días de misión, los ópticos han llevado a cabo 1555 revisiones totales, prescribiendo un total de 1233 gafas, que ya han sido montadas por los talleres solarios de la Ruta de la Luz y envidas de vuelta a Sri Lanka.

La contraparte local, House of Mercy Foundation, llevó a cabo un trabajo magnífico. Organizó la expedición y, en cada uno de los pueblos, logró rentabilizar al máximo el tiempo de estancia de los voluntarios. «Nunca estuvimos parados. Nos mostraron las comidas y costumbres de la población local en cada lugar, y nos acogieron con mucho cariño. Siempre había un traductor con nosotros, tanto en las mesas de toma de datos como con los optometristas», señala Pedro Duc. El cribaje que hizo father Christy, cabeza visible de la organización local, fue eficaz.  «Un grandísimo porcentaje de todas las revisiones necesitaba algún tipo de corrección visual. El trabajo de la contraparte ha sido brillante», certifica Borja.

Los ópticos de la Ruta de la Luz han contado con la inestimable colaboración, además, de otras dos voluntarias,  Débora Palomo y Elena Garbayo, sus esposas,  que viajaron con ellos, encargándose de organizar la logística previa a las graduaciones y revisiones. Su presencia hizo que sólo fuera necesaria la presencia de población local para traducir del idioma local al inglés.

En su trabajo de campo, el equipo de la Ruta ha encontrado problemas de  miopía, hipermetropía, astigmatismo, presbicia, glaucoma, conjuntivitis y cataratas. «Hemos descubierto muchos casos de hipermetropías y miopías con astigmatismos inversos graves. Lo que más nos costó fue entender por qué muchos de los beneficiarios no tenían capacidad vergencial, ya que colocándoles un +0,50 o un -0,50 esférico eran capaces de lograr agudezas visuales del 1.0, es decir, que muchos pacientes no veían con claridad el 0.6 (60%) del optotipo. Sin embargo, al colocar graduaciones positivas o negativas inferiores a 1 dioptría, eran capaces de ganar 4 y hasta 5 líneas más llegando a ver la unidad, es decir, el 100% de la capacidad visual», explica Borja. La explicación puede ser la falta de agua potable para poder beber, que impide las hidrataciones.

Además de las graduaciones sobre el terreno,  y  gracias a que se llevaron gafas premontadas, los ópticos pudieron solucionar, sobre la marcha, problemas visuales a 200 personas directamente, además de entregar otras 200 gafas de sol. La acción resultó un éxito y fue muy bien acogida por los habitantes de las zonas.

Las necesidades  de cada barrio o pueblo, eran muy dispares.  Por sus culturas, elegían siempre gafas cuadradas y negras. Pocos las pidieron redondas y sólo tres, de colores. «Nos resultaba difícil de entender en un paraíso como el que viven, tan lleno de colores, pero no deja de ser una anécdota más», cuenta Borja.

Los ópticos también han llevado a cabo acciones de sensibilización, fundamentalmente en los centros educativos donde los ópticos explicaron las ventajas de tener una visión nítida.

Borja y Débora afirman que la manera con la que los acogieron, la manera en que los trataron y la hospitalidad «nos deja muchas ganas de repetir». Las gentes del lugar fueron maravillosas y fáciles de revisar. «Muchas de las graduaciones que pusimos van a facilitar un cambio de vida de esas personas. Esos astigmatismos tan grandes, esas cefaleas que nos comentaban… sabemos que con la correcta corrección podrán cambiar para bien sus vidas», añade Borja. «Las gafas que les recetamos a los niños pueden romper círculo vicioso y permitirles no solo dedicarse a la recolección del té», añade Duc.

El entendimiento entre los cuatro cooperantes ha sido magnífico. «Me encantó trabajar con Pedro Duc, sus protocolos hicieron que actuásemos mucho más eficientemente y creo que formamos un equipo fantástico de trabajo. El respeto mutuo y la colaboración entre ambos matrimonios hizo que nuestro trabajo fuera eficiente y agradable al mismo tiempo. Iría con Pedro Duc adonde fuera. Solo tengo gratitud para la contraparte local y para mis compañeros de viaje», termina Borja. «Somos personas diferentes, pero nos entendemos a la perfección», añade en este sentido Duc.

Como siempre, ha habido casos de los que no se olvidan.  «Revisé a un señor que había perdido la vista. No tenía reflejos en el ojo. Se había dado un golpe en la cabeza y tenía el cráneo roto. La vía visual había sido afectada. No tenía solución. Pero había desarrollado una capacidad en el tacto maravillosa. Daba masajes. Me emocionó el caso, y le hice la reverencia que ellos me hacían a mí, en señal de reconocimiento. Le pusimos una gafa de sol. Y sonrió. Me dijeron que por primera vez en mucho tiempo», termina Borja.

Fuente Comunicae

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