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Este edificio, obra del arquitecto Luis Carlos Peña, que resultó premiado en la categoría Obra Nueva Otros Usos en los últimos premios A&U del Colegio Oficial de Arquitectos de Castilla-La Mancha, ha sabido hacer virtud, y su principal fortaleza, de un solar irregular, de su bajo presupuesto y de la necesidad de rapidez en la ejecución, sacando partido de su proximidad al campo
En los últimos premios de Arquitectura y Urbanismo celebrados en la ciudad de Cuenca, en la categoría Obra Nueva Otros Usos, el premio fue, ‘ex aequo’ con otros dos proyectos, para el ‘Gimnasio Municipal’ de Corral de Calatrava, en Ciudad Real. Es obra del arquitecto Luis Carlos Peña.
El jurado lo consideró «un magnífico ejemplo de cómo dar valor a un programa, e integrarlo en el paisaje». Luis Carlos Peña, en el momento de recoger su premio de manos de José Antonio Baos, presidente de la demarcación de Ciudad Real del COACM, daba las gracias al Colegio por la recuperación y organización de los Premios A&U, al jurado por la valoración de su propuesta y compartía públicamente el reconocimiento con su equipo. Al igual que había hecho el jurado, Peña definió el proyecto con solo una frase: «una pequeña obra, con poco presupuesto y un plazo de ejecución corto, pero hecha con pasión».
El arquitecto consideró imprescindible la recuperación de los premios castellano-manchegos «después de tantos años», y sobre todo, calificó como necesario, igualmente, «que se ponga en valor el trabajo de los arquitectos, y una manera de trabajar comprometida con la profesión y con la sociedad».
El proyecto, ahora premiado, surgió para dar respuesta a la necesidad de construir un pequeño gimnasio, junto al resto de instalaciones deportivas municipales, en Corral de Calatrava, Ciudad Real. El Ayuntamiento, con un programa exiguo, reservó para este fin un espacio residual del complejo, condicionado por la presencia contigua e intimidadora del pabellón y resto de pistas, puesto que en una misma manzana se concentra prácticamente toda la oferta deportiva del pueblo. «Nos quedaba el último reducto», recuerda el arquitecto.
Esta es la historia de cómo el equipo del estudio de arquitectura, con el inestimable apoyo de los constructores locales, logró convertir ese espacio en un lugar dedicado al bienestar de una amplia franja de la población del municipio.
Su situación, al borde de lo construido, y limítrofe con el campo labrado y el paisaje, se erigió en la gran oportunidad del proyecto. «En la interpretación del lugar, y de las circunstancias del entorno, radica buena parte del éxito de los edificios», opina el arquitecto. El pabellón polideportivo existente, fruto de un prototipo que la Junta de Comunidades replicó por toda la región, es eficaz, pero sin mucha personalidad y destaca, junto a un silo de cereal próximo, como dos gigantes en el horizonte. El solar donde ahora se halla construido el gimnasio, es asimétrico, casi triangular. «Si hubiera habido espacio para un pista deportiva más, seguro que esta se hubiera ejecutado», resume Luis Carlos.
De la naturaleza, lo separaba un pequeño camino y unas vallas. «Estas vallas fue lo primero que eliminamos, abriendo el gimnasio al paisaje». Un necesario murete de contención para el camino perimetral, que va subiendo, reduce a la mínima expresión el límite entre el ejercicio y el campo. Además, en la separación se han plantado rosales y jazmines, que aportan, igualmente, su sensación olfativa y estética en muchos momentos del año y pronto irán trepando hasta formar una protección solar en la orientación sur.
La intención del proyecto ha sido la de construir espacios para el bienestar. «Entendemos que el deporte es salud y que, si lográbamos relacionarlo con el entorno natural, lo sería aún más. Las vistas y la calma del lugar son un valor añadido para los usuarios», sigue Luis Carlos.
El edificio empezó a utilizarse en 2023, con lo que se cumple ahora su primer año de funcionamiento. Y, pese a que está perfectamente climatizado, los usuarios locales lo utilizan, gran parte del año semiabierto, estimulados por la transparencia de los grandes ventanales y por la cercanía del campo. «Sin duda, es un espacio muy distinto al de los gimnasios que proliferan hoy día, en naves o en locales comerciales oscuros. No queríamos eso para Corral de Calatrava. Muy al contrario, tuvimos presente que lo iba a utilizar toda la población, incluidos los mayores que dan clases de pilates o yoga. Para todos, es un espacio sereno y cálido», sigue.
Así, la estructura del edificio es ligera y abierta al paisaje, para capturar todo lo que pasa alrededor a través de estos grandes ventanales. Cuenta con una superficie construida de 261, 64 m². Y tiene dos espacios con distinta identidad: uno para actividades colectivas y otro para musculación y ejercicios de cardio. El acceso entre ambos es un pequeño zaguán. «La limitación de espacio, del presupuesto y del tiempo de ejecución, han sido, finalmente, una virtud. Tuvimos solo cuatro meses para terminar el proyecto, por lo que, analizado el lugar, proyectamos una construcción ligera que se ensambló insitu con una materialidad austera», explica el arquitecto.
El exterior negro y reflexivo del aluminio y el vidrio, se torna silencio y serenidad al interior por la presencia de la madera. El conjunto crea una atmósfera íntima y acogedora donde realizar la actividad deportiva en contacto con el medio natural. El entorno próximo al edificio se resuelve con gravilla volcánica, haciendo alusión al carácter de las inmediaciones. La propia estrategia del Ayuntamiento, cuando decidió que no necesitaba vestuarios por estar el gimnasio pegado a los del pabellón, permitió al arquitecto no duplicar equipamientos y darle un respiro al proyecto.
Con un presupuesto muy bajo, apenas 120.000 €, y un plazo aún más ajustado, fue posible gracias a la colaboración de las empresas locales que participaron en su ejecución. Resulta evidente que las decisiones constructivas han sido vitales en el resultado final. Sin embargo, el arquitecto subraya igualmente el apoyo de las constructoras. «Todos ellos han creído en el proyecto desde el primer momento, de manera que el éxito también es suyo», sigue.
Después de un año de funcionamiento, los usuarios se sienten a gusto en él. «Así nos lo traslada el Ayuntamiento. Valoran lo que hemos querido hacer. Y se sienten orgullosos. Y ese es el mejor premio para un arquitecto», termina Luis Carlos, satisfecho de que el edificio proporcione, al mismo tiempo, bienestar físico y paz espiritual a los corraleños.
Fuente Comunicae